Manifiesto
✨ HI7903B: Manifiesto del alma tranquila
Yo no vine a correr. Vine a respirar como el viento entre los árboles.
Mi lugar está cerca del campo, en una cabaña que me habita con su madera viva, donde el sol de la mañana entra sin pedir permiso y el crujido del atardecer me recuerda que estoy en casa.
No vine a destacar. Vine a sostener desde lo invisible, como un bajo profundo o un tambor antiguo, como un susurro que dice: “descansá”.
Mi ritmo no es un compás exacto. Es una exhalación larga, un sonido que se desvanece sin urgencia, como la vida que elijo construir.
Mi alma se parece a los caballos y a los perros: leales, presentes, nobles, sin artificios. Y a veces, si me abro del todo, aparece el colibrí: señal de lo sagrado que no se fuerza.
Yo no vine a ser técnico. Vine a ser artesano del sonido.
No necesito diplomas ni estructuras, sino espacio para improvisar, para errar y volver a empezar, para compartir mis ruiditos como quien ofrece fruta madura, sin ansias ni culpas, solo por el gozo de dar.
Mi verdadera escuela fue el fondo de mi casa, donde inventaba historias sin que nadie me dijera cómo. Esa llama sigue viva. La cuido en el pecho, mi brújula más honesta.
Mi estación espiritual es el comienzo del otoño, cuando todo se vuelve suave y dorado, y la vida se empieza a vaciar de lo innecesario.
Y aunque a veces el mundo grita, yo elijo volver al silencio, a lo analógico, a lo lento, a esa música que no necesita palabras.
Porque ya sé: mi destino no es la urgencia. Es la contemplación.